Todo se fue a la mierda el día que empezamos a comprar las pipas peladas. Antonio Villal

 

Con un título que actúa como manifiesto generacional y advertencia estilística, Todo se fue a la mierda el día que empezamos a comprar las pipas peladas es mucho más que una novela policíaca al uso. La obra de Antonio Villalba, se presenta como un estallido de irreverencia, crítica social y humor con denominación de origen: la Sevilla más rancia y más viva, esa que, como los mejores vinos, se disfruta mejor con un punto de descaro.


Una novela que recuerda en su estilo otras de autores como Rancio o Capitán Adobo. referentes del humor andaluz más ácido y costumbrista. Pero no se queda ahí: en esta novela, el autor crea su propio universo, reconocible pero único, combinando el lenguaje del thriller más visceral con una sátira mordaz sobre la cultura contemporánea. El resultado es una novela híbrida y refrescante, que se mueve con soltura entre el psicokiller y la crítica social, sin dejar nunca de provocar carcajadas (y más de una ceja levantada).


La premisa es tan provocadora como efectiva: un asesino en serie está eliminando de manera grotesca —y meticulosamente gore— a influencers, tiktokers y celebridades digitales. Sus crímenes no solo buscan el escándalo, sino también mandar un mensaje: basta ya de banalidades, filtros y postureo. A través de estos asesinatos brutales, Villalba construye una crítica directa al culto a la fama rápida, la dictadura de la imagen y la alienación digital.


Para resolver el caso, el autor nos presenta una pareja detectivesca tan disfuncional como carismática. Por un lado, tenemos al inspector veterano sevillano, que parece salido de una taberna de Triana: rancio, malhablado, entrañablemente políticamente incorrecto y con unos métodos que rozan el esperpento. Por otro, su contrapunto: una inspectora del norte, pragmática y algo desconcertada ante la idiosincrasia del sur más profundo. La dinámica entre ambos ofrece algunos de los momentos más divertidos y eficaces de la novela, y funciona como excusa perfecta para retratar el contraste cultural, repleto de chascarrillos y choques de lenguaje.


Usando un lenguaje que no pide permiso para ser vulgar cuando hace falta y que no se corta a la hora de usar el humor como bisturí. La narración está plagada de guiños culturales, referencias a personajes reales del mundo digital y un conocimiento palpable del folclore urbano. Todo esto genera un universo narrativo con una identidad muy clara.


Uno de los grandes logros del libro es su capacidad para conjugar lo lúdico con lo reflexivo. Bajo el humor gamberro y la sangre que salpica las páginas, hay una preocupación auténtica por el rumbo de nuestra sociedad. Villalba lanza dardos —casi siempre con sorna, a veces con melancolía— contra la vacuidad del éxito rápido, la precariedad estructural, la dictadura del algoritmo y la pérdida de referentes reales. Y aunque lo hace desde la carcajada, el mensaje cala.


Como novela de género, Todo se fue a la mierda… cumple con todos los elementos esenciales de un thriller: un asesino bien construido, giros narrativos y un ritmo que no decae. Pero lo hace con una diferencia sustancial: aquí, la intriga no es el único motor de la lectura. La diversión, el retrato costumbrista y las escenas casi teatrales entre personajes secundarios estrambóticos hacen que cada página se disfrute por sí misma, más allá del misterio.


Antonio Villalba ha escrito una novela singular que consigue hacer reír, hacer pensar y, además, mantenerte pegado al libro hasta el final.


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