Hoy traigo a este blog a un verdadero contador de historias,
una de esas personas que sin florituras saben entretener contando relatos
cotidianos como los que aparecen en el libro Jebis de barriada del que podéis
ver su reseña aquí.
Interesante entrevista sobre el paso del tiempo, la juventud
que se niega a perderse en la memoria y aquellas pandillas y aventuras de adolescencia.
Respuestas sinceras, directas y llamando a las cosas por su nombre. No se
esconde y aborda temas delicados con total naturalidad.
ser vivida mirando hacia adelante.
Sören Aabye Kierkegaard
1.
¿En primer lugar Angelito, qué es ser un jebi de barriada?
Te diría que llevar el pelo largo,
pantalones vaqueros elásticos, unas J’hayber Galatea y una chupa de cuero o
vaquera sobre una camiseta de Metallica, pero no lo concibo así realmente. El
título del libro viene a colación de que a mi pandilla y a mí nos dio por ahí
cuando alcanzamos la adolescencia, éramos así, pero había algunos que ni
siquiera escuchaban Heavy Metal y siempre andaban con nosotros. Esos eran tan
“Jebis de barriada” como nosotros. Digamos que es un concepto más que una
estética o una tendencia musical, pero sí, la mayoría entrábamos todos dentro
de ese encuadre.
2.
¿Cuál es el fin que buscas con este libro?
Cuando escribí mi primer libro, Cuando los niños jugaban en la calle, lo
hice pensando en crear un anecdotario de cómo era nuestra vida siendo niños en
una barriada cualquiera de Sevilla. Son esas típicas anécdotas que recuerdas
con los colegas entre botellines en cualquier bar y terminas partiéndote la
polla de risa. Buscaba la nostalgia simpática y eso mismo, la risa; aquí pasa
lo mismo. Escribir Jebis de barriada
era obligado, es la segunda parte de aquello, la evolución de aquellos niños
que tiraban piedras a las lagartijas o que se daban de hostias por cualquier
tontería. Afortunadamente en aquellos años el Rock and Roll y el Heavy Metal
estaban por todas partes, y nosotros considero que tuvimos muy buen tino, todos
nos volcamos ahí, fue el segundo capítulo de nuestra trayectoria vital. El fin
aquí, como en el primero, se repite: Recordar y echar unas risas, nada más.
Además es muy grato comprobar cómo los que vivieron aquella época se acercan
para decirte que han disfrutado de la lectura, que se han regodeado en el
recuerdo, y del mismo modo, los que son más jovencitos hacen lo mismo pero para
decirte que se han sentido espectadores de primera fila viendo una película que
no les pilló por edad. Es muy gratificante.
3.
¿Es este libro real como la vida misma?
Yo creo que sí, esa ha sido mi intención al
menos, reflejar los hechos tal como ocurrieron. No me he inventado nada ni he
decorado nada para que los relatos queden más chulos y tal, he descrito lo que
nos rodeaba tal como era y a nosotros mismos tal como éramos. Entonces sí, creo
que es real como la vida misma; al menos, como era la vida en una barriada a
finales de los años 80 y cómo la vivíamos los que teníamos entre catorce y
dieciocho años, los que siempre estábamos dando por culo en los banquitos y en
los portales .
4.
¿Crees que tu libro es apto para todos los
públicos?
¡Hostia! Una pregunta complicada. Bueno,
por una parte diría que sí, ya que los relatos son bastante inocentes en su
trasfondo; lo que pasa es que si nos ponemos a fijarnos en los detalles o en el
vocabulario empleado, pues puede que a veces no lo sea. Hablo sin cortarme un
pelo, si tengo que utilizar palabrotas o expresiones zafias lo hago, pero
porque estimo que tiene que ser así, así éramos y así nos expresábamos. Hablo
de drogas, del lumpen y de alguna que otra situación algo escabrosa, y esto
puede ser inapropiado para un niño por ejemplo; pero la verdad, no me imagino a
un niño de ocho o nueve años leyéndolo, y además, peores cosas tienen en la
tele como decía Evaristo Páramos en una entrevista. Ahora tocaría decir “por
otra parte…”, pero no, no lo voy a decir, voy a sentenciar con un sí.
Cualquiera puede echarle una ojeada.
5.
¿Se añoran aquellos tiempos?
Yo al menos los añoro un huevo, tela. Pero
creo que es por lo que mi buen amigo Gzú dice en el vídeo promocional que se
hizo para la presentación del libro, porque uno echa de menos la juventud.
Estoy encantado con internet y con las nuevas tecnologías, pero echo de menos
rebobinar una cinta de cassette con un boli Bic, o ir a Sevilla Rock a comprar
un vinilo. También hacer una candela en el barrio entre unos cuantos y que nos
den las tantas de la madrugada en invierno comentando este o aquel disco. Eso
no tiene precio tío, y hoy se ha perdido. Me emociono cuando veo a chavales que
rondan los veinte años con una guitarra en la calle fumando porros y bebiendo
litros, pienso que no todo se ha perdido.
6.
¿En caso afirmativo se cumple la máxima de que
cualquier tiempo pasado fue mejor?
Me gusta ser impertinente. A los chavales
que conozco que no cumplen aún los veinticinco siempre estoy tocándoles las pelotas
con que no tienen calle o con que menuda puta mierda de concierto vas a ver
(Los Guns and Roses en el campo del Betis en el 92 sí que fue un conciertazo, o
los primeros conciertos de Extremoduro). Ellos, se defienden llamándome “puto
viejo”, pero que va, no lo creo. Esto es siempre lo mismo. Si yo en este
momento tuviera setenta años, a los de mi generación les hubiese hecho lo mismo
pero hablándoles de los Doors o de Jimi Hendrix, y los de setenta años a su vez
hubieran soportado las mofas de los que vieron nacer el Blues, y así hasta la
edad media o más allá. A cada uno le ha tocado vivir la época que le ha tocado
vivir, y en todas ellas hay bazofias y cosas cojonudas. La nuestra no es
especial, pero pienso que molaba que te cagas.
7.
Desde tu punto de vista, ¿crees que la juventud
tiene momentos cíclicos en las modas?
¿Cómo ves ahora a los jóvenes que tienen la
edad tuya en el libro?
Ya te digo yo que sí. Además esas modas son
aplicables a todos los ámbitos sociales, desde la música a la ropa pasando por
las drogas. De hecho, en este último aspecto, nuestra generación fue testigo de
un resurgimiento de la psicodelia bestial. Sevilla a principios de los 90
estaba inundada de tripis de todos los modelos y colores imaginables. Era
imposible salir de fiesta y no encontrarte a una pandilla liando un pollo en
cualquier parte (pero un pollo de risas y de alboroto, nada de malos rollos en
general); veinte años después el LSD volvió a pegar con fuerza y ya que él
pegaba pues nosotros también le pegamos a él (risas).
¿Qué cómo veo a los jóvenes que hoy tienen
la edad que nosotros teníamos en el libro? Pues de momento tienen muchos más
medios de los que teníamos nosotros para acceder a la música, bueno, todos los
tenemos, pero ellos digamos que se lo han encontrado hecho. Les ha tocado ser
jóvenes en una época en la que no tienen que gastar pasta para poder pillarse
un disco, ni tampoco dar la brasa a su colega para que se lo grabe, y ole sus
cojones (o su suerte). Si a mí me hubieran dado internet con 17 años me hubiese
convertido en un hikikomori de esos fijo, todo el puto día bajando películas y
música sin parar. Por otra parte les veo como saturados, no sé… Creo que en
muchas ocasiones falta imaginación. Se nota por ejemplo en la música, me cuesta
encontrar un grupo que me sorprenda y no sé exactamente a qué puede deberse,
igual es cosa mía. O como los grupos “tributo” que los hay como setas; hasta
los huevos ya de tanto grupo tributo. Eso sí, los pobres están machacaos por la
policía. Antes había menos policía interrumpiéndolo todo en la calle, tenían
mucha más mala leche, pero el asedio no eran tan incesante. Hoy en día veo a
los chavales asfixiados perdidos y con los horarios y la marcha más que marcada
y controlada. Tienen menos lugar para la improvisación se podría decir.
8.
¿Hablando de modas, viendo las tribus de hoy en
día, son los “jebis” los más fieles?¿Hablamos de un grupo irreductible?
Por supuesto que sí, los más fieles de
calle. Yo siempre fui muy crítico con mi entorno y una cosa que digo en uno de
mis relatos es que a veces veía que éramos gilipollas de libro. Es decir: Si lo
que sea no era Heavy Metal no se escuchaba, y mucho menos íbamos a ir a un
concierto de ese grupo. Fíjate que estamos hablando de gente como por ejemplo
los Ramones o Nirvana (que nos gustaban, pero no llegaban a colmar nuestras
exigencias). O era Heavy o no había nada que hacer. Tres veces tuve la
oportunidad de ver a los Ramones y ni me molesté; no hay día que no me maldiga
por ello. En su defensa diré que no he visto a nadie, si acaso a los flamencos,
sentir la música tan a saco como la sienten los “jebis”. En eso son únicos, lo
viven, se emocionan como nadie y se preocupan por lo que oyen. Se saben los
nombres de los discos, de los músicos y hasta del camello que les pasa el tema,
y eso es cultura, coño. Los jebis son sensibles y cultos, siempre lo han sido y
siempre lo serán.
Sí, son como los galos de la aldea de
Asterix, irreductibles.
9. ¿Está la droga más presente en la sociedad de lo que la gente realmente
piensa?
Mira, si te digo la verdad, no tengo ni
puta idea. Hace ya la hostia de años que no me muevo en ese ambiente y no sé
qué ni cómo se cuece, ya no estoy en la calle. Veo que se consume mucho “eme”
en las fiestas y luego está el tema de la farlopa y de los porros, que son drogas
inmunes al paso del tiempo. Yo creo que siempre va a haber coqueros y fumetas,
pero de lo demás no veo nada por ninguna parte cuando salgo. Creo que por las
raves se mueven todo lo que vienen siendo las drogas psicodélicas como los
tripis o los honguitos, amén de la ketamina y ese tipo de burradas. La heroína
sí que no la veo por ninguna parte que no sean los suburbios. Creo que a nivel
de juventud hay menos variedad de drogas en la calle, pero vamos, pienso que
estoy hablando sin tener demasiada información porque como digo, mi época de
desfases ya pasó y ahora estoy a otro rollo.
10.
¿Es el banco y un litro un pulpito y herramienta
para arreglar el mundo?
Pues seguro que se arreglan muchas más cosas que en el congreso de los
diputados, al menos de boquilla. Se escuchan y se proponen cosas realmente
interesantes y además viables. Creo que si los políticos se invitasen a un
litro y se sentasen con la peña un ratito sacarían propuestas cojonudas muchas
de las veces. Aunque me cuesta la vida imaginarme a Rajoy abriendo una litrona
con el culo de un Clipper y dándole el primer trago.
11.
Un momento de aquella época.
Ufff! Esta pregunta es una putada en toda regla, no puedo elegir uno solo
por mucho que lo intente. Imagino que me quedaría con el día que fuimos a
Madrid a ver a Iron Maiden, en octubre de 1990. Para casi todos nosotros era
nuestro primer gran concierto y fue alucinante, hay un relato en el libro que
cuenta la experiencia. Creo que más que con un momento me quedo con una
práctica, y no es otra que nuestras reuniones en los portales de la barriada.
Cuando comprábamos entre todos pilas para el radio cassette de uno de nosotros
y nos bajábamos las cintas. Se formaban unas tertulias de la hostia y nos
dábamos una caña increíble unos a otros metiéndonos con los grupos que no nos
gustaban. En invierno todos acurrucados unos contra otros en el portal,
rodeados de pastelitos, latas de refresco y cigarrillos; encogiendo las piernas
cuando un vecino entraba o salía. En verano lo mismo pero con flash de todos
los sabores y con calzonas Meyba compradas en la tienda de nuestro adorado
Crespo. El barrio casi sin coches, se oían claramente los grillos en los
jardines y nuestras madres llamándonos a gritos por la ventana. Mítico. Creo
que me quedo con ese, sí.
12.
¿Cómo te ves hoy en día, has cambiado mucho?
Muy poco. Sigo flipando cuando escucho música como cuando tenía catorce
años y siempre que puedo voy a conciertos. Claro que teniendo cuarenta y dos
tacos algo he cambiado, normal, pero vamos, poca cosa. Me sigue gustando lo
mismo que me gustaba entonces y por suerte sigo viendo a gente de aquella
época; el guasap de los cojones ha permitido que así sea.De
aquella primera pandilla de imberbes metaleros hoy uno es Guardia Civil, otro
dirige una sucursal de banco, otro es profesor de música, etc. La mayoría están
casados y/o tienen hijos, pero ahora por ejemplo nos reuniremos para una comida
de navidad, como hacemos todos los años, que suele acabar en descacharre
alcohólico y tertulia musical más que agitada. Ahí me doy cuenta que salvo
porque hay que cumplir con el papel que nos toca ninguno hemos cambiado
demasiado, no solo yo.
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