El día que decida escribir un libro, me gustaría hacerlo como lo hace Marta Robles. Utilizando un protagonista que, con el paso de las historias, se ha convertido en casi un amigo íntimo al que contarle lo que necesita plasmar sobre el papel para que él lo lleve a cabo. Me gustaría escribir sobre temas tan demoledores como los que ella acomete en sus novelas, usando su delicadeza, pero sin escatimar ni esconder un ápice de la verdad sobre ellos. Me gustaría conmover como conmueve "Amada Carlota", tanto como para que, pasadas unas semanas de su lectura, la trama, los personajes y ciertas reflexiones sigan dando vueltas a mi cabeza. Tal vez por todo ello, se ha convertido en una de las mejores lecturas que he tenido el placer de disfrutar este año y, créanme si les digo que ha tenido que pelearse literariamente con muy buenas candidatas.El detective recurrente de Robles, Tony Roures —antiguo corresponsal de guerra, curtido en desencantos—, regresa en esta obra con un rostro más humano que en entregas anteriores. Esa humanización del investigador resulta clave: la confianza mutua entre la autora y su álter ego literario permite que Roures actúe como brújula moral, como espejo de la indignación y la ternura que el lector necesita para implicarse. Roures, "adepto a la lealtad", es ese confidente con el que la autora se siente con "la confianza suficiente como para hablar a través de él de casi todo".
La novela gravita en torno a tres personajes esenciales: Roures, Carlota y Magdalena, una joven asturiana cuyo testimonio, recogido en un diario íntimo, ilumina las raíces del drama. De hecho, la propia Marta Robles ha confesado que Magdalena fue el personaje que más trabajo le costó construir, evidenciando la profundidad y la carga simbólica que porta. El choque entre estos tres ejes configura la tensión narrativa: Roures investigando lo que Carlota quiere saber y, al mismo tiempo, lo que Magdalena tiene que contar. El lector se ve atrapado no solo por la trama policial —el robo de bebés, las adopciones ilegales, la explotación de poder—, sino por la manera en que esos hechos resuenan en lo íntimo, en lo cotidiano.
El corazón de la trama es un episodio oscuro de la historia reciente de España: el robo de bebés. Un crimen que, según la autora, comenzó con una finalidad de adoctrinamiento ideológico (gen rojo) para luego degenerar en un simple y cruel negocio. Este entramado parte del secuestro de una recién nacida en 1985 en una clínica vinculada a las viejas estructuras de poder, un hecho que hunde sus raíces en la violencia y la hipocresía moral de épocas pasadas.
"Amada Carlota" se convierte así en un espejo de las mujeres silenciadas, en particular de una generación "criada para callar". Carlota, la jueza de carácter fuerte, es el reflejo de algunas mujeres de su tiempo, pero no de todas, encarnando a la vez la rebeldía y el peso de un pasado lleno de secretos y "circunstancias adversas" que, como dinamita, nos explotan cuando menos lo esperamos.
Con ello, Robles no solo entretiene —y lo consigue— sino que denuncia. Esa dualidad —novela de suspense que no renuncia a la carga social— convierte a "Amada Carlota" en una lectura «entretenida pero necesaria». Es una novela que "hace que el lector mantenga el interés, de las que te hace sentir y emocionarte paseando por muchas historias", alternando momentos donde "se pasa mal" con otros de disfrute gracias a su humor y a su banda sonora implícita.
Una obra conmovedora que le costó trabajo enfrentar a la propia autora, pues sabía que, si ella no lograba conmoverse con lo que estaba escribiendo, no podría provocar ese reflejo en quien la lee. Al final, "Amada Carlota" nos invita a una profunda reflexión sobre el perdón, sobre la importancia de mirar atrás "para saber qué nos hizo llegar a cometer ciertos errores, pero no para señalar culpables o inocentes", sino para entender la historia que nos une.
En ese sentido, su afirmación funciona como lema: «Me gusta señalar con el dedo, no para adoctrinar sino para que la gente vea lo que hay». Esa idea vocaliza la intención: no sermonear, pero sí exponer. Y en ese contexto cobran valor frases como «una novela de villanos porque no solo los culpables son quienes cometen delitos; también son culpables los que callan».
Una lectura absorbente y necesaria que, sin duda, se erige como la obra que hace aún más difícil decidir que obra de Marta Robles nos puede llegar a gustar más.
Puedes escuchar la entrevista con la autora en el siguiente enlace.







