Daniela ha vuelto de sus vacaciones en la playa y nos ha traído una nueva lectura que recomendamos tanto ella como yo. Lo reconozco, la portada me resultaba tan atractiva que junto a que sucede en Sevilla y en un instituto no pude resistirme y ha sido una de mis lecturas de verano.
Dirigida a
un público juvenil, la novela tiene esa peculiaridad de tener una trama que la
convierte en una lectura para todos los públicos poque a quién no le gusta una
buena aventura envuelta en misterio.
Maldita
lechuza se convierte en una lectura muy recomendable porque entre sus páginas también
hay cabida para la crítica, la reflexión y ciertos momentos de humor.
Antonio, el protagonista de nuestro
libro, es un chico que se muda a Sevilla desde Valladolid por el ascenso de su
padre. Llega en el mes de septiembre, sufriendo así el primer revés de su nueva
vida: un calor que no lo deja concentrarse y que le hace plantearse algo que
todos nos planteamos, ¿por qué no hay aire acondicionado en las aulas de muchos
colegios e institutos? Pero a esta pregunta, le seguirá otra que también se
hacen muchas personas ante los cambios: ¿encajaré? Y de hecho, al empezar en su
nuevo colegio ve que no termina de encontrar su lugar entre unos compañeros que
parecen ignorarlo hasta que usa el lenguaje como forma de acercarse a los
demás. Que de esta adaptación del lenguaje ya hablaremos luego. Finalmente, se
integra en el grupo e incluso decide participar en la creación del periódico
del instituto “La Bomba”, en el que escribirá junto a Julio Casado y Marina,
los coprotagonistas de la historia. Y junto a ellos, pronto se da cuenta de que
a su alrededor empiezan a suceder cosas que parecen no tener lógica, y todo lo
natural y mundano de la vida de un instituto se vuelve magia y adivinación, y
es que todo en su vida, y en la de los demás, cambia cuando la madre de Marina,
Lupe, con sus estornudos premonitorios, los ayuda a construir noticias que se
hacen realidad. Algo así como “un titular que se adelanta a la noticia”. Y este
cambio hará que se embarque junto a sus amigos en una gran aventura de la que
aprenderá mucho y en la que se verá obligado a enfrentarse a una Maldita
lechuza.
Este libro, que empieza como una
historia normal, y que parece no ir más allá, resulta ser una historia
trepidante que te pide seguir leyendo. Está bien que un autor en su obra
critique cosas como a la que me refería al principio de no poner aire
acondicionado en las aulas de ciudades en las que las temperaturas son a veces
insufribles, pero quizá esté de más forzar tanto el andaluz, que es completo y
maravilloso, para hacerlo responsable de una forma de exclusión a costa de
marcarlo de forma excesiva en los diálogos. Aunque conforme avanza la novela
ese acento desaparece de los personajes y se agradece.
Es una lectura corta, rápida,
divertida y perfecta para el verano, que usa mucho recurso literario y mucha
descripción que te ayuda a ver, o más bien sentir, a los personajes y sus
situaciones. Todo tiene una forma cuidadosa y bien elegida, casi poética en
algunos momentos. Y es que, como dice el autor, “el lenguaje está cargado de
magia. Cada palabra está llena de cientos de posibilidades. Lo que hay que
hacer es usarlas con buena fe. Son el futuro.”
Sinopsis
Lo de aprobar el curso estaba aún por ver. Lo digo por el calor. Acostumbrado al frío de Castilla y con un cuerpo como el mío, que es mantecoso y blanco como el de mi madre, lo de los cuarenta grados resultaba una crueldad. Hay que tener en cuenta que cuando llegamos en septiembre a Sevilla, en Valladolid estaba ya el invierno y, en cambio, aquí hacía un calor pegajoso. Un calor pegajoso y dulce, de esos de uva fermentada, que engorda las moscas, las pone borrachas y acaban siguiéndote a todos sitios. Pesadas y torpes las moscas, igual que el día aquel que les dio por venirse conmigo al instituto
Colección
CALEMBÉ
I.S.B.N.
978-84-9189-320-2
Publicación
03/06/2021
Páginas
96
Desde que dejé de dar clase en el instituto -e incluso mientras las impartía en él- los libros dirigidos a un público juvenil me han dado un poco de repelús. ¿Por qué? Pues porque a base de querer incidir en tantos valores y fomentar no sé cuántas más competencias se convertían en un batiburrillo de componentes que me los hacían indigeribles. No todos, claro, quizás este que traes a tu blog, pese a ese abuso en mostrar peculiaridades forzadas del dialecto andaluz, no incurra en esos defectos. Habría que verlo. Es cortito. Es fácil que me lo eche al coleto.
ResponderEliminarUn abrazo, Fesaro
Pues no pinta mal para regalo. Me lo llevo apuntado. Besos.
ResponderEliminarUna historia muy simpática.
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